Hoy, tras más de 14 años en la industria del Network Marketing, me doy cuenta del daño que produce en las personas la palabra ‘Fracaso’. Cuando alguien fracasa parece que ni siquiera puede salir a la calle, “¡Dios mío, qué vergüenza, que no me vean!”. Y sentimos que todo el mundo está esperando para reírse de nuestro fracaso. Esta ‘deformación’ se debe, una vez más, a la educación que recibimos desde bien pequeños. Nos dicen: “estudia mucho, sé el mejor para que no seas un fracasado”. Nos queda mucho por aprender, y sin duda lo que tenemos que hacer es darle ‘otra perspectiva’ al fracaso.
Hace años comencé mi andadura por el Network Marketing con mi primera empresa multinivel. Tras año y medio de duro trabajo los resultados no fueron los esperados y ‘FRACASÉ’. ¿Es esto malo? En absoluto. Es lo mejor que me ha podido pasar. Y lo es porque miro esa primera etapa como una fase de mi aprendizaje. Mi primer negocio multinivel me sirvió de escuela y, lo que es mejor aún, disparó mi crecimiento personal. ¿No es genial ese fracaso? En ese período aprendí de la industria, conocí a mucha gente, personas extraordinarias, dispuestas a darlo todo porque los demás tuvieran éxito, compartí experiencias y aprendí a superar mi introversión, relacionándome con personas de todo el mundo y de todo tipo de sectores. Volví a practicar mi inglés, que hacía años que no usaba. ¡¡Qué fracaso más exitoso!!
Aún recuerdo cuando en mis comienzos fui invitado a una cena de amigos y compañeros en la ciudad de Lorca para ver un partido de fútbol de la Selección Española. Habíamos quedado una hora antes del partido para ir ‘abriendo boca’. En ese momento alguien dijo: “bueno, como hoy entre nosotros tenemos varios invitados, vamos a aprovechar este gran momento para hacer una presentación de negocio”. Ante nuestra mesa (de más de 50 personas) se desplegó del techo una enorme pantalla donde se proyectaría la presentación y después el partido. Hasta ahí todo perfecto, me encontraba muy bien y disfrutando del momento. Pero de pronto a alguien se le ocurrió ‘soltar’ lo siguiente: “muy buenas noches a todos, es un placer compartir este momento con todos vosotros. Queremos presentaros esta extraordinaria oportunidad de negocio y para ello hoy tenemos la suerte de contar con la presencia entre nosotros de Alfonso Sánchez, que viene de Torrevieja y quien nos presentará este proyecto”. “¡¡¡Tierra trágame!!! No sabía donde meterme –pensaba- ¿yo?, pero si sólo llevo unos meses en este negocio”. El sudor empezaba a recorrer todo mi cuerpo, tenía las manos como si les hubiese volcado encima una jarra de agua, ¡puff! Entonces sólo tenía dos opciones, o decir “lo siento, pero todavía no estoy preparado para esto” o salir al ruedo e intentar hacer mi mejor faena. Opté por la segunda opción y no puedo estar más orgulloso de esa decisión. Aunque el cuerpo me temblaba desde los tobillos hasta las cejas y en algunos momentos tenía hasta dificultades para que mi temblorosa voz saliera de mi boca, mi presentación de unos 45 minutos terminó con un aplauso general que me hizo sentir muy muy bien. Y aquí se produjo la magia: perdí el miedo escénico. A partir de ese momento sólo quería hacer presentaciones. De hecho las hago continuamente y para numerosas personas, tanto presenciales como online. Realizo entrenamientos para mi equipo, cursos presenciales… ¡¡¡La verdad es que estoy encantado con mi fracaso!!!
Hoy me encuentro en un momento extraordinario, mi negocio crece a buen ritmo, soy una persona admirada y respetada, con muchos seguidores y más amigos.
¿Tan malo ha sido mi fracaso? ¿Tú qué crees?